31 de diciembre de 2009

Deseos

El año nuevo, siempre entra cargado de esperanzas y buenos deseos. Nuevos proyectos y propósitos. Pero después de la muerte de Dios entramos en la era de la adoración de satán (el pit de pollastre dixit a sus feligreses). Cambiamos la esperanza en el más allá por el deseo del más aquí. Deseamos a todas horas y pedimos como cabrones. A mi me cuesta pedirle cosas al año nuevo, me resulta lo más parecido a bailar un twist con un parapléjico. Divertido pero está fuera de lugar. Una vez pasada la fiebre de la celebración, los deseos se me agolpan como torrentes de insatisfacción. 
Afortunadamente, durante el año puedo redimirme peregrinando en busca de la satisfacción de mis deseos. Para conseguirlo me refugio en las faldas afortunadas de la Rumana de Trevi. Cual oráculo délfico, únicamente puedo visitarla los días lluviosos. Pasea por Plaza Catalunya ataviada con su pañuelo en la cabeza, su falda hecha jirones y sus calcetines negros que sobresalen por los agujeros de las zapatillas color rosa que calza. Me acerco a ella. Entonces me ofrece un vaso de plástico lleno de agua de lluvia y con voz forzada me dice: " Pidir un dezceeeo y lanszaaar moneda en vaszo, por fabooozs." Pienso en mi deseo y lanzo la moneda de espaldas dentro del vaaszo. 
Con este pequeño ritual, consigo liberarme del peso de mis deseos y encarar mis nuevas aspiraciones. Gracias, Rumana de Trevi por tu labor en pro de nuestra felicidad.


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