4 de septiembre de 2008

CRISIS

No sé qué escribir. Llevo días pensando cómo empezar esta entrada... cómo empezar a escribir. ¿Qué decir? ¿Cómo decirlo? ¿Por qué escribir? Todo literato, filósofo o ensayista ha escrito universos enteros sobre el vacío, sobre la ausencia de temas, sobre la inapetencia. Y yo desde mi más vulgar disfagia no encuentro ninguna Ariadna que me guíe. Y vivo con ella. ¡Qué paradoja! Tengo la triste sensación de que nada pasa en el mundo, todo es aburrido, vacuo y sin substancia. La vida es como la sangre bombeando por mis venas. Algo que sabes que existe, porque te lo han dicho, pero no lo ves. ¡No hay nada interesante en el mundo que merezca escribirse! 
Y entonces, en el silencio entre terminar la frase y tomar aire, se me aparece William Faulkner con su bigote humeante y me agarra del cuello y me salpica la cara con sus chispeantes palabras:
-Pedazo de memo bocachanclas. !¿Cómo puedes decir que no pasa nada en el mundo?! Hay que ser cenutrio y botarate para no ver la magnitud de las pasiones humanas. Cada día alguien se enamora. Se le encienden las tripas, se tambalean sus cimientos, se dilata el tiempo al unísono que sus pupilas. Las pupilas por donde entran nuevos colores y nuevas texturas que no recordaba haber percibido. Canta, baila, estalla en carcajadas. Enferman hermanos de forma irreversible y hay que estar allí para llorarlos en vida y absorver al máximo sus últimos coletazos. Tomar la vitalidad y la fuerza de un condenado en sus últimos suspiros, entender que la vida no es un proyecto sino un instante. Compartir las nubes, sus formas, el olor de la hierba recién cortada. Degustar los arenques, las fresas, los panes, diseccionando cada partícula como si fuera un nuevo continente. Y así como se muere, también nacen niños. Criaturas celestiales, que albergan esperanzas, continentes inconmensurables de amor y ternura. Que lloran, ríen, descubren el aire, la luz, la baba. Lloran porque se ensanchan, respiran, tienen hambre, quieren besos. Buscan palabras pero no las encuentran y se quejan, como tú, como todos. Y hay ricos que se arruinan y aprenden la humildad, y abuelas que pierden la dentadura, y personas que no encuentran su lugar, y parejas que se rompen, y gente que mata por dinero, por amor, por ideales. Y hay quien pierde la cabeza olvidando su nombre y el de su mujer, y hay amigos que se traicionan y otros que se olvidan, y hay ciegos y tuertos y proyectos por hacer. Si crees que nada pasa en el mundo, es que no has vivido. Si se quemara el Louvre, no importaría. No importan las maravillas del Louvre sino las emociones que las originaron. Y ahora... ¡¡Escribe!!