25 de junio de 2008

José Tomás o Héctor ensangrentado

Si los defensores de los animales convierten una figura retórica (prosopopeya) en un principio ético que les sirve de estandarte, José Tomás representa la fuerza de la poética visual y vital, dejando sin palabras, despojados y silenciados a poetas de todos los tiempos. No ha nacido toro que pueda con Tomás, como tampoco hay palabra, metáfora o poética que llegue a despeinarle. El de Galapagar no sólo es maestro en el arte de la lidia, sino una figura que se planta en el límite del coraje y la sinrazón. Tomás torea en la línea divisoria de lo ético y de lo loco, habita los resquicios entre vida y muerte, se clava a pies juntillas delante del tren de la muerte, lo templa con verónicas de lujo y traspasa la frontera del afuera con un quite por gaoneras. José Tomás pisa donde nadie ha pisado, no rectifica ni titubea, obliga a torear arrimándose al toro, alejándose de la vida y encarando la muerte, a lamer la sangre del toro en cada estocada y si no hay suerte a morder la arena. Tomás no busca la muerte sino que pretende la perfección,
 y en ese empeño puede cruzarse la muerte. Ese es el ejemplo brillante a sacar de su toreo: la vida es persecución de perfección y superación, una vida sin arrojarse al límite no es vida. El desafío de Tomás es máximo y contra todos: toros, taurinos, antitaurinos, criadores y escépticos. Una figura transgresora que rasga y tienta nuestros principios éticos, merece todos mis halagos. ¡Olé torero!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Como tu dijiste: sólo le falta morir en el ruedo...

Silenci dijo...

Pero José Tomas ya no puede morir.

ALGARAD dijo...

Waouh ! La clavas como escribes ?