
Si los defensores de los animales convierten una figura retórica (prosopopeya) en un principio ético que les sirve de estandarte, José Tomás representa la fuerza de la poética visual y vital, dejando sin palabras, despojados y silenciados a poetas de todos los tiempos. No ha nacido toro que pueda con Tomás, como tampoco hay palabra, metáfora o poética que llegue a despeinarle. El de Galapagar no sólo es maestro en el arte de la lidia, sino una figura que se planta en el límite del coraje y la sinrazón. Tomás torea en la línea divisoria de lo ético y de lo loco, habita los resquicios entre vida y muerte, se clava a pies juntillas delante del tren de la muerte, lo templa con verónicas de lujo y traspasa la frontera del afuera con un quite por gaoneras. José Tomás pisa donde nadie ha pisado, no rectifica ni titubea, obliga a torear arrimándose al toro, alejándose de la vida y encarando la muerte, a lamer la sangre del toro en cada estocada y si no hay suerte a morder la arena. Tomás no busca la muerte sino que pretende la perfección,

y en ese empeño puede cruzarse la muerte. Ese es el ejemplo brillante a sacar de su toreo: la vida es persecución de perfección y superación, una vida sin arrojarse al límite no es vida. El desafío de Tomás es máximo y contra todos: toros, taurinos, antitaurinos, criadores y escépticos. Una figura transgresora que rasga y tienta nuestros principios éticos, merece todos mis halagos. ¡Olé torero!
3 comentarios:
Como tu dijiste: sólo le falta morir en el ruedo...
Pero José Tomas ya no puede morir.
Waouh ! La clavas como escribes ?
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