
Parafraseando al pintor Magritte, y sin pretender llegar a su lucidez, inauguro este espacio para la verborrea y la imaginación. Lanzo un primer aviso a navegantes. Esto no es un blog, esto no es un discurso coherente, esto no es terapia, esto no es verdad, tampoco mentira, esto no es un espacio de encuentro, esto no es un fractal, esto no es humor, esto no es tragedia, esto no es un nihilismo, esto no es creencia, esto no es sarcasmo, esto no es esperanza, esto no es odio, esto no es amor, esto no pretende ir más allá de aquí, esto no trasciende, esto no es sexo, aunque pueda aparecer, esto no es reflejo de ninguna personalidad enferma, aunque haya enfermedad. Esto no es más que lenguaje, palabra, en la era de la imagen. Un espejismo del adentro, de un adentro que puede ser múltiple pero nunca afuera, porqué el afuera está allí y cuando se nombra desaparece, como el silencio.

Comemos en silencio nuestra existencia porque el lenguaje no llega a reflejar nuestra experiencia. Se atragantan las palabras en nuestra garganta porque no fundan, no arden como lo hacen nuestros órganos, no tiemblan como nuestros músculos, no llegan a nuestros gritos, no se pudren como nuestros cuerpos, no brillan como lo hacen nuestros ojos, ni mojan como lo hacen nuestras lágrimas por mucho que gimoteemos, gimamos, goteemos, sollocemos, plañamos o rezumemos.
Yo declaro mi disfagia existencial, mi absoluta incapacidad para tragar con la vida y todo lo que acarrea. Al mismo tiempo me declaro gourmet bulímico de las mujeres, los vinos, los libros, los trenes, los mares, los ríos, las montañas, las ciudades, los coches, los llantos, las angustias, las risas y carcajadas, las madres y los padres, los padres de las madres y las madres de los padres, las frutas, la música, las discusiones, los cariños, los besos, las muertes, las guerras, las injusticias, el dinero, los automatismos, las películas... Y tantas otras cosas que, como siempre, quedarán por nombrarse. Ante tal paradoja no me queda más que citar al bueno de Ludwig (Wittgenstein): ' De lo que no se puede hablar hay que callar'.
Bienvenidos a mi Disfagia existencial.