
El mito de Sísifo cuenta la historia de un hombre castigado por los dioses a subir una roca enorme a lo más alto de una montaña. A simple vista, parece una tarea dura pero no insoportable. Lo que termina por serlo, es no conseguir subir nunca a lo más alto de la cima y ver como esta tarea se repite eternamente. Hay quien dice que la vida sólo se aprecia a partir del sacrificio y el esfuerzo. Las cosas que cuestan de conseguir son las que más se aprecian y las que más se disfrutan. Trabajar y persistir en lo que a uno le interesa, siempre tiene recompensa. Ésta llega tarde o temprano. Puede que sea en esta vida, en una reencarnación posterior, en un harén rodeado de frutas exóticas y mujeres despampanantes o en el cielo en estado de plenitud y satisfacción absoluta.
El trabajo, la rutina, la disciplina, la honradez, la persistencia, la bondad... son virtudes que se consiguen y se derivan de la dedicación y el trabajo. Aquél que es capaz de soportar los varapalos de la vida, los fracasos y las decepciones; no sólo consigue una experiencia sin precio, sino que alcanza cotas morales de una excelencia propias de un dios. Hay que sentirse afortunado de no conseguir los deseos, porque el empeño en conseguirlos es lo que nos enseña y nos hace mejores. No importa la meta, importan los caminos. Siempre podremos pensar que los ricos y poderosos tiene más dinero que nosotros. Pero aquellos que trabajan, sudan, sufren, lloran y se decepcionan, poseen mayor bondad.

No hay más que ver los ejemplos adjuntos (las fotografías). Los dos personajes, contienen un aura excelsa y suprema fruto de las decepciones, los callos en las manos y la quemazón en la cara después de largas jornadas de trabajo. Sus sonrisas muestran la satisfacción del trabajo bien hecho, el placer de haber sufrido por alcanzar sus objetivos y la bondad del que se sabe honrado y honesto. Se trata de dos ejemplos a seguir, dos espejos en los que mirarse, dos referentes que permiten esperanzarse y creer que un día se llegará a disfrutar de dicha felicidad. Es por esta gente por la que tenemos que sentir el orgullo de madrugar, de invertir nuestro día en el trabajo, de cantar en el metro, en el bus, en las retenciones. Porque el sufrimiento y el trabajo tienen recompensa, por eso y por lo que ha de venir, digo: ¡¡Arriba el trabajo!! ¡¡Arriba la decepción!! Porque nos harán mejores.